Mi primera emoción, he de confesarlo, fue de alegría momentánea. Aunque fue como un baldazo
de agua fría para todos, porque la rutina del día a día se vio suspendida, tenía una sensación de
alivio porque ya no tendría que hacer por un tiempo (pensé que este sería breve), las actividades
que había estado repitiendo durante tanto tiempo. Lo sentí como unas vacaciones imprevistas,
una ruptura y escape al tedio de lo cotidiano.
Las clases en los primeros días de la suspensión estuvieron marcadas por la improvisación, por las lecturas y los cursos rápidos en las que buscábamos encontrar un norte para los problemas que nos presentaba la distancia. Por cumplir y terminar de alguna manera con lo que ya habíamos comenzado y por tratar de que los alumnos no perdieran su ciclo escolar.
Después aprendimos cómo hacer cosas e intentamos hacerlas. Nos agobiamos realizándolas, comprobando que no era tan fácil como se decía. Ensayamos nuestras mejores voces e hicimos guiones de nuestros videos. Produjimos bastante material para encarar la adversidad de la pandemia haciendo uso de nuestras mejores herramientas. Sin embargo, al inicio del ciclo escolar se decidió institucionalmente que lo mejor era hacer las clases presenciales o, mejor dicho, sincrónicas, por medio de videoconferencias.
La situación de la escuela en línea se normalizó en cierto sentido. La novedad y el cambio se
fundieron en la cotidianeidad. La adaptación del ser humano es sorprendente. Las clases en línea
por sesiones virtuales transcurrieron un semestre más.
La llegada de las vacunas y su impartición paulatina nos brindó esperanzas y en algunas escuelas
se ensayó con el regreso a las clases presenciales con las medidas necesarias. Los semáforos
cambiaron de rojo a naranja, luego de amarillo a verde. Bajaron los casos de contagio durante las
campañas electorales.
Ahora van sucediendo nuevas cosas. La pandemia tomó nuevas variantes, se encontraron nuevas
cepas del virus. En India el virus arrasó. Ahora ya no son los adultos y los propensos a las enfermedades mórbidas los que están en riesgo sino los jóvenes. Los contagios vuelven a subir y
en las noticias se escucha que el rector de la educación media superior ya no está tan seguro del
regreso presencial a clases. La incertidumbre vuelve a tomar terreno. Pero lo bueno es que
nosotros ya nos acostumbramos al cubrebocas y a quejarnos de los que no lo llevan puesto.