Memoria mía, tú que tienes los ojos cerrados: Ábrelos que quiero indagar un poco en el pasado.
¡Sí! Ese pasado conservado en el parpadeo de tus experiencias, nulas experiencias pero con fieras ganas de aprender de ellas.
Tú que viste las manos que ayudaron a cimentar el fuerte de tu amiga imaginación, por favor, vuelve a recordar las escaleras que me daban su mirada voladora de aquel viejo roble, simulando ser un niño, como era yo… y la vasta experiencia que se lograba ver en el reflejo de su sombra.
Recuerda más por favor, aunque sea, imagina aquel abrazo en la fiesta de cumpleaños número 18, imagina como eran sus pesados ojos con visión futurista y manos de artista con sus creaciones para el hogar, imagina de nuevo su presencia aunque sea viendo las fotos que tomaron aquellos ojos inocentes.
Imagina ya… que duele no volver a verle en estos duros tiempos de pandemia. Recrea por última vez esa llamada, la que nunca pensé que sería su verdadera despedida después de decir “dulces sueños” e imagina un escenario nuevo, uno donde este frente de él y diga:
Nunca dejaré de recordarte, porque en cada pincelada que doy está la imaginación que me ayudaste a construir, gracias abuelito.