Los días se me filtran por los dedos, pasan tan rápido que me cuestiono el aislamiento y la supuesta pausa universal. Me busco y me encuentro en la cotidianidad de vivir, rodeada de cuatro paredes que creí conocer, ahora las miro con el asombro de un niño, en espera de lo increíble. Paso los días buscando movimiento donde solo hay quietud. Aprendo sobre la tranquilidad, ahora entiendo que no siempre es sinónimo de calma, en estas cuatro paredes resulta ensordecedora. Me mantengo en una brecha suspendida en el tiempo aparentemente provisional, ajena a mi presente y a mi pasado, de la cual no puedo salir. Se trata de aquella brecha que borró a mis espaldas la temporalidad del ayer y el hoy.