La incertidumbre me parecía una buena forma para afrontar la vida en general. Una buena técnica para no dar por sentadas las certezas establecidas o las que se pretenden imponer, una táctica-herramienta para cuestionar y posibilitar escapes al deber ser.
Sin embargo, con la pandemia y la desinformación que ésta ha generado, me es más difícil seguir encontrando las virtudes de la incertidumbre, más bien estoy encontrando las razones por las que no gusta a muchas personas.
Me parece bien entender esta otra faceta de la incertidumbre, porque con la pandemia a mí me han entrado unas ganas de salirme de mi burbuja y entender cómo son las experiencias de los otros que me son inasibles. Me ha despertado el radar de la intolerancia hacia otras formas de enfrentar la pandemia que no son las que nosotros hubiéramos escogido o estamos llevando a cabo.
Me hace pensar en la necesidad de encontrar formas para encontrar otros modos de organización colectivos ante la “nueva normalidad” que la pandemia ha impuesto. Seguir bajo las viejas formas de concebir el mundo se torna desolador, a pesar de que la pandemia me ha traído beneficios personales como estar al pendiente de mis plantas y disfrutar de mi casa.